Insomnio y Escalada
Sobre las cosas que no me dejan dormir.
Abro mis ojos. Miro el celular. Son las 4:46 a.m. Acabo de terminar mi primer ciclo de sueño. A los 30, si pusiste atención, ya podés entender tus ciclos de sueño.
En la casa hay un silencio sepulcral y una oscuridad hermosa; Si pueden, inviertan en cortinas antisolares, valen la pena.
Hago un cálculo rápido y todavía faltan un par de horas para levantarme y empezar mi día, pero un pensamiento no me deja seguir durmiendo.
¿A quién no le pasó, verdad? A vos, ¿qué cosas te quitan el sueño?
Yo podría pensar en las personas que extraño y que sé que nunca volverán.
También podría pensar en las tareas pendientes que tengo en el trabajo: en los proyectos que tengo que presentar, fondos de financiación a los que postular o los varios mensajes de WhatsApp y correos que tengo por responder.
Podría pensar en las cosas que me dan miedo, en los errores que cometí, en las cosas que tengo que pagar y no quiero. En las cosas que tengo que arreglar en la casa: cambiar el piso, contratar un albañil para revisar la muralla, buscar un vidriero que arregle el blindex.
Mi mente también podría pensar en los problemas políticos del país. Ese es un pensamiento muy recurrente: en cómo la democracia no funciona sin dinero. O en cómo las personas sufren todos los días solo porque la gente que está en el poder jamás sintió hambre o pasó necesidad.
Podría ponerme romántico y pensar en mis breves amores eternos.
O en lo que acabo de soñar, porque según Carl Jung, los sueños son cartas del inconsciente y cada sueño que no se interpreta, es una carta sin abrir.
Pero, en vez de eso, estoy pensando en cómo resolver una vía. Un boulder problem. En pocas palabras, una vía es un camino hasta la cima, dentro de un muro de escalada. Cada vía tiene una dificultad diferente, donde solo podés usar ciertas tomas o agarres específicos.
Y sí, mientras escribo esto son las 4:55 a.m. y yo estoy pensando en cómo resolver ese problema: en las diferentes tomas que tiene la vía. En la posición más eficiente en la que tengo que poner mis manos y mis pies. En los movimientos que quiero probar el miércoles, cuando vuelva a intentar. En las 17 veces que intenté y no lo logré, aunque aprendí 17 formas nuevas en las que no se hace esa vía.
¡Qué hermoso deporte! Me hace sentir vivo y totalmente presente.
El lunes, después de 3 horas intentando completar esa vía, nos despedimos diciendo: "Esta semana cerramos la vía sí o sí". Y si bien es una expresión de deseo, es linda esa actitud ante las cosas que no te salen.
Sobre la gente que hace escalada: Es rara.
La vida ya tiene demasiadas frustraciones. Demasiados “No”, pero aun así nosotros buscamos nuevos problemas que nos desafíen.
A cualquier adulto le frustraría demasiado no poder terminar algo que empezaste y ver que otros sí lo logró, incluso en su primer intento.
Cualquier persona se quejaría de la vía, de los agarres, de las tomas, del clima o de su estatura, pero en cambio acá no.
La escalada es un deporte de uno contra uno.
Sos vos frente al desafío, con un coro de amigos que desde abajo te dan ánimos o te tiran consejos sobre cosas que, dada tu posición y tu perspectiva, no estás viendo.
Muy parecido a la vida, ¿verdad?
Para mí, la escalada es el triunfo de lo colectivo sobre el absurdo individualismo.
Ahora son las 4:59. Todavía tengo un par de horas para intentar dormir y, con suerte, soñar cómo resolver esa vía.
Y si eso no pasa, no importa, por lo menos hoy la escalada me salvó de pensar.
Como diría J, una amiga que también escala: “¿Y vos, qué hacés para correr de tus demonios?”


